Cuenta la historia que en Livorno, Italia, un joven muy pobre decidió declararle su amor a una joven de clase alta a la que nunca le había faltado de nada. Para ello, reunió durante cinco años cada moneda que ganaba vendiendo pan para comprar un precioso anillo de oro. Cuando se presentó ante la joven, ella se enamoró profundamente de el, y se entristeció conmovida por el sacrificio que había hecho durante tanto tiempo. El joven, para aplacar su tristeza, le dijo que cinco años no eran nada ya que su amor, al igual que ese anillo, serían para siempre.
Personalmente, no puedo negar que recibir una joya como regalo es algo que me hace particular ilusión. Anillos, pendientes, pulseras o gargantillas, todos son obsequios delicados que perdurarán a lo largo del tiempo en mi joyero, que me recordarán un momento especial cada vez que los utilice y sin lugar a dudas que elevarán el más sencillo de los estilismos a su máxima potencia.
Ahora que he sido madre, también me entusiasma la idea de que el día de mañana mi hija pueda lucir algunas de estas joyas heredadas, que las adapte a su estilo y, sobre todo, que las disfrute como yo he hecho y sigo haciendo con algunas de estas que han pertenecido a mi abuela y a mi madre.
Las joyas de materiales preciosos, como el oro, los zafiros, las esmeraldas o los rubíes, han estado presentes a lo largo de los siglos no solo como símbolo de poder, sino también como significado de pertenencia a la sociedad. Ya en el Antiguo Egipto, y también las civilizaciones griega y romana, fueron pioneros en la utilización y perfeccionamiento del tratado de estos metales. En la Edad Media la joyería estuvo muy influenciada por la religión, por lo que acabó extendiéndose a ámbitos socio culturales, y hoy en día sigue siendo una forma de expresar belleza y personalidad.
Recuerdo que el día de mi boda, en alusión a llevar algo viejo, y en honor a mi abuela que nos había dejado pocos meses antes, llevé unos pendientes con diamantes suyos para sentirla cerca de mí en un día tan importante. Esos pendientes que le pertenecieron y que guardo preciadamente junto con otras alhajas son el ejemplo de como las joyas pueden pasar de generación en generación como un maravilloso legado familiar.
Ahora que se acerca la Navidad y es momento de agasajar a nuestros seres queridos, regalar una joya siempre es una apuesta ganadora. Es una demostración de que la persona que recibirá ese regalo nos importa. Regalar un anillo puede simbolizar amor, compromiso, fidelidad, pero también aprecio y cariño por una persona cercana, por ello es una opción perfecta para regalar a nuestra pareja. Un par de pendientes es el regalo ideal para agasajar tanto a las más pequeñas de la familia como a nuestras abuelas, pues siempre hay una ocasión perfecta para lucirlos. Las pulseras simbolizan la amistad duradera, por ello es la mejor opción para regalarle a una amiga de toda la vida. En definitiva, regalar una joya, es regalar felicidad.



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